Yulia Tymoshenko ha dejado de ser la simpática primera ministra de Ucrania, sí, la chica rubia de la trenza a lo largo de la cabeza, para convertirse en un problema internacional.
De momento es sólo algo muy simbólico. Angela Merkel ha decidido que su compañera de trabajo, y ex jefa de Estado merece la atención de Europa, y al más puro estilo Los Angeles 1984, o Moscú 1980, llamar la atención a nivel político con un gesto un tanto pueril.
Yo no voy a la Eurocopa a Ucrania.
Señora Merkel, si tan segura está de la corrupción en Ucrania, igual debiera impedir que la selección de su país participe… Ah, no… que ahí no se atreve a meter mano.
Ayer, la comisaria europea de Deportes dijo que ella tampoco irá a la Eurocopa en Ucrania… Minipunto al que me diga el nombre y ponga rostro a esta ‘super directiva’ europea.
El presidente de Rumania, Traian Basescu dice que él tampoco va, que no se le ha perdido nada en el país que por enfadar más de la cuenta un día a Moscú se quedó sin gas en un invierno de los suyos.
Bélgica y Austria dicen que se suman a este boicot dialéctico.
¿En serio? Yulia Tymoshenko lleva dos meses encarcelada, la corrupción y la complicidad del Ejército y el Gobierno es constante, la guerra no declarada contra Rusia es algo habitual. ¿A unas semanas de la Eurocopa se dan cuenta de que el régimen no es de su agrado?
Qué vergüenza. Porque no merece otro calificativo. De la misma manera que se callaron todos tras el asesinato de Alexander Litvinenko en Londres, ahora deberían hacer no lo mismo, ojalá Inglaterra hubiera clamado contra Moscú, injerencia de un país en otro. O el resto de la comunidad internacional que vieron cómo un ex agente del KGB era asesinado sin decir ni mú.
Señores, si dicen ‘boicot’ que lo sea de verdad, no un me enfado y no respiro.